Con libreto de Guillermo Fernández-Shaw Iturralde y Federico Romero Sarachaga y música de Pablo Sorozábal, el romance marinero “La tabernera del puerto” se estrenó el 6 de mayo de 1936 en el Teatro Tívoli de Barcelona. Su elenco estuvo encabezado por Conchita Panadés como Marola, Faustino Arregui como Leandro, Marcos Redondo como Juan de Eguía y Aníbal Vela en el papel de Simpson. Su apabullante éxito se debió buena parte al cartel de Redondo entre los aficionados, que acudieron en masa a aplaudir la interpretación del barítono en detrimento de la del tenor, auténtico protagonista de la zarzuela. Destacaron entre sus mejores números las romanzas de Marola “En un país de fábula”
https://youtu.be/qzt8BzO02ss, de Simpson “Despierta, negro, que viene el blanco”, de Leandro “¡No puede ser!”
https://youtu.be/hUoioEKrulo y de Juan de Eguía “¡No! No te acerques”
https://youtu.be/BGp9IRe16fk, así como el dúo entre sus protagonistas “Todos lo saben... Marinero vete a la mar”
https://youtu.be/nK9h8muGVUY Aquel mismo año el sello Columbia publicó una amplia selección de la obra con el propio compositor a la batuta de la Orquesta del Teatro Reina Victoria y un reparto formado por Pepita Embil, Antonio Medio, Enriqueta Serrano, Marcelino del Llano, Manuel Gas y Manuel Alares. Entre sus grabaciones completas tal vez sea la más representativa la editada en 1958 por Hispavox bajo la dirección del propio Sorozábal con un reparto formado por Alfredo Kraus, Leda Barclay, Renato Cesari, Enriqueta Serrano, Jorge Algorta, Luisa Espinosa, Enrique Fuentes, José Ramón Henche y José Marín. La interpretación en directo de la mencionada romanza de Leandro por el tenor José Bros fue recogida en el álbum “Grabaciones inéditas del Teatro de la Zarzuela”, publicado en 2006 por el sello Autor.
«¡No puede ser!
Esa mujer es buena.
¡No puede ser
una mujer malvada!
En su mirar,
como una luz singular,
he visto que esa mujer
es una desventurada.
No puede ser
una vulgar sirena
que envenenó
las horas de mi vida.
¡No puede ser!
Porque la vi rezar,
porque la vi querer,
¡porque la vi llorar!
Los ojos que lloran
no saben mentir.
Las malas mujeres
no miran así.
Temblando en sus ojos
dos lágrimas vi,
¡y a mí me ilusiona
que tiemblen por mí!
¡Viva luz de mi ilusión!
¡Sé piadosa con mi amor!
Porque no sé fingir,
porque no sé callar,
¡porque no sé vivir!»